domingo, 29 de junio de 2025

A vueltas con la mentira personal

Me pasa que hay frases que se tejen dentro sin que te des cuenta. 

A veces desde muy pequeña, a veces en un momento de esos que cambian algo sin avisar. 

Frases que parecen verdades, pero que no lo son. Y que, sin embargo, te han acompañado durante años, como si fueran parte de ti.

Eso es una mentira personal.

Una idea que te contaste —o te contaron— para poder seguir adelante. Para protegerte. Para sobrevivir a lo que dolía.


Mi mentira: Soy la fuerte de la familia


Algo como:

“No soy suficiente.”

“Tengo que demostrar que valgo.”

“Si muestro mi sensibilidad, me van a rechazar.”

Y entonces vas por la vida esforzándote, controlando, cuidando demasiado a los demás o dejando que todo te pase por encima. 

Vas acumulando capas encima de tu esencia… hasta que un día, el cuerpo, el alma o la vida misma te dicen: basta.

No desde el juicio, sino desde una compasión profunda. 

Desde ese susurro que te recuerda que estás hecha para algo más que sobrevivir.

Ahí es donde empieza a aparecer la ley eterna.

No como un pensamiento bonito, sino como una verdad que ya estaba dentro de ti antes de cualquier herida.

Una certeza que no se tambalea, aunque lo olvides.

“Mi valor es inherente.”

“Estoy aquí para habitarme, no para complacer.”

“Soy amor, incluso cuando dudo.”

La ley eterna no se grita. No se impone.

Se recuerda en silencio.

Se ancla en el cuerpo, en una respiración lenta, en una decisión pequeña que empieza a cambiarlo todo.

Respirar desde ahí es distinto. Ya no es para calmar el miedo. Es para volver a casa.

Mi verdad eterna, "soy fuerte aún cuando no lo soy y pido ayuda"


Un ejercicio muy bonito, desgarrador y sanador que yo misma hago es el que te dejo aquí. Solo para tí:

“De la mentira personal a tu ley eterna”

Puedes hacerlo ahora, o guardar este momento para cuando estés contigo sin prisas.


1. Siéntate con el cuerpo apoyado, respirando suave.

No cambies nada. Solo siente cómo es tu respiración cuando no tienes que demostrar nada.

2. Escribe (o nombra en voz baja) una frase que crees que has vivido como si fuera cierta, pero que te limita.

No la juzgues. Solo reconócela.

Ejemplo: “Tengo que hacerlo todo bien o nadie me querrá.”

3. Cierra los ojos. Pon una mano en el pecho y otra en el vientre. Respira profundo tres veces.

Imagina que ese aire viene de un lugar muy antiguo que te recuerda lo que siempre ha sido verdad.

4. Pregunta en silencio:

“¿Cuál es mi verdad más honda?”

“¿Qué hay debajo de esta mentira?”

Espera. No fuerces. Tal vez aparece una palabra. Tal vez solo una sensación. Confía.

5. Escribe tu ley eterna como si ya viviera en ti.

Ejemplo: “Soy digna de amor tal como soy, sin tener que demostrarlo.”

6. Léela en voz alta. Repite tres veces. Y respira.

Parar, escucharte, recordarte y darte permiso


A veces, el viaje más valiente no es el de cambiar todo lo que hacemos.

Es el de recordar quién somos debajo de todo lo que nos contaron.

Mímate. 

Respira. 

Y si te sirve, escribe esta ley eterna en un post-it, en tu espejo, en tu diario..

Con todo el amor del mundo,

Mímate!!!


domingo, 8 de junio de 2025

A vueltas con el Camino de Santiago

 “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…”

Antonio Machado tenía razón, pero ahora sé que el camino también se hace al respirar.



Este año he terminado el Camino de Santiago. No de golpe, no en una sola aventura, sino en tres partes, como si mi cuerpo y mi vida necesitaran espacios para integrar, para ajustar, para volver.

 Empezamos en 2023 en Oporto, y caminamos hasta la frontera con España. 

En 2024 retomamos desde ahí hasta Pontevedra. Y en 2025, desde Pontevedra a Santiago…

... y un poco más porque la última etapa, la de Cee a Finisterre, fue distinta, como si el cuerpo supiera que necesitaba anclar el proceso, cerrar el círculo, mirar el océano y dejar ir.



No estuve sola. Éramos tres, siempre los mismos. Y en ese “nosotros” también hubo magia.

 He podido ver sus procesos, acompañarlos, aprender de ellos. Reajustamos el plan para que nos hiciera bien a todos, porque como decíamos una y otra vez: no hemos venido a sufrir. Hemos venido a disfrutar del camino. 

Y eso también fue parte del aprendizaje: permitirnos hacerlo a nuestro ritmo, desde el cuidado, desde la alegría.

Este año hubo una diferencia clara en mí. Llevé conmigo un aliado silencioso y constante: la respiración consciente.

 Hubo días de cansancio, de paisajes que se repetían, de pies que dolían, de cuestas que exigían. Y entonces respiraba. 

A veces era solo notar cómo entraba el aire. Otras, poner una mano en el vientre y anclarme antes de seguir caminando. 

Respirar fue mi pausa, mi bastón invisible, mi pequeña tienda de campaña interior. 

La respiración me devolvía al paso, al momento, a mí.



Lo curioso del Camino es que se entiende mejor cuando ya lo has andado. 

Durante la marcha, hay niebla. Pero al mirar atrás… ves. Ves las decisiones, los desvíos, los encuentros. Ves cómo fuiste cambiando tú. 

Y entiendes que el verdadero avance no era hacia Santiago, sino hacia dentro. 

El Camino te da paz, te vacía de lo que ya no necesitas, te ayuda a dejar fuera de ti lo que en realidad no te sirve. Y esa sabiduría se queda, te la llevas al camino de la vida.

Caminar con una meta fue importante. Pero igual de importante fue ajustar el ritmo.

 Aprendí a no compararme, a descansar cuando lo necesitaba, a no correr por miedo. 

A confiar en que llegar no es una cuestión de velocidad, sino de presencia.

 El Camino te muestra, sin palabras, que tú también eres singular. Que todos los caminos son válidos. Que mirarte es más sabio que compararte.


Me llevo el polvo del camino, las ampollas con historia, las risas compartidas, los silencios que hablan. 

Me llevo también una certeza nueva: cada paso que damos con consciencia deja una huella más profunda que cualquier kilómetro recorrido. 

Respira. Camina. Y cuando dudes, vuelve a tu cuerpo. Él también sabe el camino.

Mímate!!!


Si te ha gustado este pequeño trozo de camino compartido, puedes encontrarme también en Instagram y Facebook @mimate_metime o en mi newsletter https://subscribepage.io/mimate-respira

donde seguimos respirando la vida a pasitos suaves. 

Estás más que invitada.

Y otra vez...

Mímate!!!